Al llarg dels darrers dies, el diari La Vanguardia ha fet un gran favor als cristians espanyols en denunciar la incomprensible actitud de l’emissora propietat de la Conferència Episcopal (COPE) que, no sols ha pres des de fa anys un partit molt clar per les posicions favorables al Partit Popular, ans, en aquesta darrera crisi, és l’ànima –juntament amb el diari El Mundo- de la revolta contra Mariano Rajoy orquestrada per les forces més conservadores i immobilistes d’aquest partit.
El PP s’enfronta a una guerra de guerrilles on no hi ha enemic declarat. I això, que no deixa de ser d’una gran baixesa moral i d’una encara més gran covardia política, si bé es pot entendre (però no justificar) en el marc de la lluita per al poder, és del tot incomprensible que es faci amb el suport (si no és que es fa sota la direcció) de l’emissora dels bisbes.
Manuel Fraga, que està demostrant que continua essent un dels més lúcids militants del PP, ha qualificat les darreres declaracions del diputat Elorriaga com a “una sandez”. I si a mi em pot deixar fred la crisi dels populars (que no m’hi deixa, perquè afecta a l’estabilitat política espanyola), el que em dol és que els bisbes no siguin capaços de descobrir quin és el seu lloc i quina és la missió que l’Església els encomana.
Però si elogiava el diari La Vanguardia, també ho he de fer amb El Pais que, el passat diumenge ens obsequiava amb una informació que als cristians que no combreguem amb la manera de fer de la COPE i d’un important sector (el més influent) de la Conferència episcopal espanyola, ens va omplir de joia. Em refereixo a l’article sobre el cardenal jubilat Carlo Maria Martini (Torí, 1927), el qual acaba de publicar a Alemanya un llibre, “Col·loquis nocturns a Jerusalem” que ve a ser el seu testament vital. A l’espera de poder llegir la versió espanyola o catalana d’aquest llibre (es tracta d’uns diàlegs amb el redactor de l’obra, el jesuïta Georg Sporschill) sabem ja que el vell cardenal demana a l’Església que tingui el valor de reformar-se.
Parlant en boca d’altri, perquè jo no conec el llibre, i fiant-me del reportatge a què faig referència, se m‘eixamplen els pulmons davant de tant de tuf conservador que exhala l’Església, una Església que es nega a ser crítica amb ella mateixa i que a partir de la creença que posseeix la veritat (quants errors no ha comès basant-se en aquest dogma!), pot acabar participant en actuacions tan bordes com aquesta darrera, de simple lluita de poder dins un partit, o fer declaracions com les que, procedents d’un il·lustre cardenal espanyol, afirmaven l’altre dia que a Espanya no hi ha llibertat religiosa.
I deixo el comentari aquí, però per poc interès que tingueu en la matèria, si és que no el coneixeu, us recomano l’article de Juan G. Bedoya, publicat a l’edició d’El País del passat 25 de maig.
MARTINI PIDE LA REFORMA DE LA IGLESIA
El influyente cardenal elogia a Lutero, defiende el debate sobre el celibato y la ordenación de mujeres y reclama una apertura del Vaticano en materia de sexo
JUAN G. BEDOYA – Madrid – 25/05/2008
“La Iglesia debe tener el valor de reformarse”. Ésta es la idea fuerza del cardenal Carlo Maria Martini (Turín, 1927), uno de los grandes eclesiásticos contemporáneos. Con elogios al reformador protestante Martín Lutero, el cardenal le pide a la Iglesia católica “ideas” para discutir hasta la posibilidad de ordenar a viri probati (hombres casados, pero de probada fe), y a mujeres. También reclama una encíclica que termine con las prohibiciones de la Humanae Vitae, emitida por Pablo VI en 1968 con severas censuras en materia de sexo.
El cardenal Martini ha sido rector de la Universidad Gregoriana de Roma, arzobispo de la mayor diócesis del mundo (Milán) y papable. Es jesuita, publica libros, escribe en los periódicos y debate con intelectuales. En 1999 pidió ante el Sínodo de Obispos Europeos la convocatoria de un nuevo concilio para concluir las reformas aparcadas por el Vaticano II, celebrado en Roma entre 1962 y 1965. Ahora vuelve a la actualidad porque se publica en Alemania (por la editorial Herder) el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén, a modo de testamento espiritual del gran pensador. Lo firma Georg Sporschill, también jesuita.
Sin tapujos, lo que reclama Martini a las autoridades del Vaticano es coraje para reformarse y cambios concretos, por ejemplo, en las políticas del sexo, un asunto que siempre desata los nervios y las iras en los papas desde que son solteros.
El celibato, sostiene Martini, debe ser una vocación porque “quizás no todos tienen el carisma”. Espera, además, la autorización del preservativo. Y ni siquiera le asusta un debate sobre el sacerdocio negado a las mujeres porque “encomendar cada vez más parroquias a un párroco o importar sacerdotes del extranjero no es una solución”. Le recuerda al Vaticano que en el Nuevo Testamento había diaconesas.
Son varios los periódicos europeos que ya se han hecho eco de la publicación de Coloquios nocturnos en Jerusalén, subrayando la exhortación del cardenal a no alejarse del Concilio Vaticano II y a no tener miedo de “confrontarse con los jóvenes”.
Precisamente, sobre el sexo entre jóvenes, Martini pide no derrochar relaciones y emociones, aprendiendo a conservar lo mejor para la unión matrimonial. Y rompe los tabúes de Pablo VI, Juan Pablo II y el papa actual, Joseph Ratzinger. Dice: “Por desgracia, la encíclica Humanae Vitae ha tenido consecuencias negativas. Pablo VI evitó de forma consciente el problema a los padres conciliares. Quiso asumir la responsabilidad de decidir a propósito de los anticonceptivos. Esta soledad en la decisión no ha sido, a largo plazo, una premisa positiva para tratar los temas de la sexualidad y de la familia”.
El cardenal pide una “nueva mirada” al asunto, cuarenta años después del concilio. Quien dirige la Iglesia hoy puede “indicar una vía mejor que la propuesta por la Humanae Vitae“, sostiene.
Sobre la homosexualidad, el cardenal dice con sutileza: “Entre mis conocidos hay parejas homosexuales, hombres muy estimados y sociales. Nunca se me ha pedido, ni se me habría ocurrido, condenarlos”.
Martini aparece en el libro con toda su personalidad a cuestas, de una curiosidad intelectual sin límites. Hasta el punto de reconocer que cuando era obispo le preguntaba a Dios: “¿Por qué no nos ofreces mejores ideas? ¿Por qué no nos haces más fuertes en el amor y más valientes para afrontar los problemas actuales? ¿Por qué tenemos tan pocos curas?”
Hoy, retirado y enfermo -acaba de dejar Jerusalén, donde vivía dedicado a estudiar los textos sagrados, para ser atendido por médicos en Italia-, se limita a “pedir a Dios” que no le abandone.
Además del elogio a Lutero, el cardenal Martini desvela sus dudas de fe, recordando las que tuvo Teresa de Calcuta. También habla de los riesgos que un obispo tiene que asumir, en referencia a su viaje a una cárcel para hablar con militantes del grupo terrorista Brigadas Rojas. “Los escuché y rogué por ellos e incluso bauticé a dos gemelos hijos de padres terroristas, nacidos durante un juicio”, relata.
“He tenido problemas con Dios”, confiesa en un determinado momento. Fue porque no lograba entender “por qué hizo sufrir a su Hijo en la cruz”. Añade: “Incluso cuando era obispo algunas veces no lograba mirar un crucifijo porque la duda me atormentaba”. Tampoco lograba aceptar la muerte. “¿No habría podido Dios ahorrársela a los hombres después de la de Cristo?” Después entendió. “Sin la muerte no podríamos entregarnos a Dios. Mantendríamos abiertas salidas de seguridad. Pero no. Hay que entregar la propia esperanza a Dios y creer en él”.
Desde Jerusalén la vida se ve de otra manera, sobre todo las parafernalias de Roma. Martini lo cuenta así: “Ha habido una época en la que he soñado con una Iglesia en la pobreza y en la humildad, que no depende de las potencias de este mundo. Una Iglesia que da espacio a las personas que piensan más allá. Una Iglesia que transmite valor, en especial a quien se siente pequeño o pecador. Una Iglesia joven. Hoy ya no tengo esos sueños. Después de los 75 años he decidido rogar por la Iglesia”.
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