Temps hi haurà per parlar dels excessos de Rússia en la seva campanya contra Geòrgia, entre altres coses perquè ja aquests dies ens estan bombardejant els comentaris progeorgians procedents dels Estats Units i, en una menor mesura, de la Unió Europea. Però jo vull insistir en els errors del president Saakashvili, per això us recomano que llegiu el següent article que publica La Vanguardia avui:
El presidente temerario
GONZALO ARAGONÉS – Vladikavkaz. Enviado especial
LOS ERRORES DEL PRESIDENTE No fue paciente y aceleró el ingreso en la OTAN y el control de Abjasia y Osetia
COMO UN CONEJO ASUSTADIZO En Rusia se emite un vídeo de Saakashvili echándose a correr al oír un helicóptero
Nada tiene que ver el Mijail Saakashvili de hoy con el que los corresponsales conocimos en el 2003, cuando este joven abogado urbanita se convirtió en el símbolo de la revolución de las rosas. Acababa de expulsar del poder de forma pacífica al ex ministro de Asuntos Exteriores de la URSS Eduard Shevardnadze y todo el mundo en Tiflis pensaba que con él comenzaría una nueva era de prosperidad. “¡Misha, Misha!”, era el grito de júbilo que utilizaban los georgianos.
Pero la imagen de ese Misha (diminutivo cariñoso de Mijail) fue deteriorándose a medida que avanzaban los años. La llegada de ayuda occidental, especialmente estadounidense y británica, y la inversión en torno al oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhán han traído prosperidad al país. Pero han sido precisamente los pocos que se han beneficiado, los que en las pasadas elecciones presidenciales, en enero, achacaban a su presidente que utilizase la fuerza del oso para deteriorar las relaciones con Rusia.
Durante estos más de cuatro años la política de Saakashvili ha tenido dos principios básicos: el giro hacia Occidente, con la incorporación a la OTAN, y la unidad territorial del país, lo que implicaba la reincorporación de las provincias rebeldes de Abjasia y Osetia del Sur a la soberanía del gobierno central de Tiflis.
Ni una cosa ni otra fueron nunca, ni lo serán, del gusto de Rusia. Saakashvili lo sabía desde el principio. Pero en vez de apostar por la paciencia y el tiempo, el nervioso e impulsivo presidente georgiano apretó el acelerador. Demasiado, porque sus promesas electorales de volver a controlar las dos provincias han terminado en guerra. Difícil ahora le será explicar a los suyos que intentaba luchar contra los últimos vestigios del dominio soviético en el Cáucaso y que la guerra la comenzaron los rusos invadiendo Georgia. Sobre todo cuando el primer gran ataque fue de las tropas georgianas, que en la madrugada del 7 al 8 de agosto, bombardearon la capital surosetia, Tsjinvali, causando cientos de muertos.
El presidente georgiano comprendió a los pocos días que había perdido, y su petición de ayuda en inglés a EE. UU. sólo sirvió para convencerse de que en una disputa con armas contra Rusia, hoy por hoy, siempre estará solo. En Rusia una imagen de Saakashvili ha dado la vuelta por todos los canales de televisión. El presidente georgiano echa a correr cuando se oye sobrevolar a un helicóptero y ni siquiera sus guardaespaldas pueden alcanzarle. Los rusos ya hacen chistes sobre el oso que se convirtió en conejo asustado y salió corriendo cuando vio el peligro.
Saakashvili estudió en Ucrania, en Francia y en la facultad de Leyes de la Universidad de Columbia (EE. UU.). Luego, fue contratado por un bufete de abogados de Nueva York. Tiene dos hijos y su mujer, Sandra, es holandesa. En el 2000, Shevardnadze convenció al abogado para que se quedase en Georgia como ministro de Justicia. Pero el joven ministro no soportó la corrupción que vio y se convirtió en el líder de la oposición que cambió el curso de la historia en Georgia.
Hay que ver ahora cómo reacciona el pueblo georgiano. En las presidenciales de enero pasado Saakashvili, muy esquivo entonces con la prensa, ganó por la mínima cuando cuatro años atrás había arrasado. Las críticas de los observadores internacionales en ambas elecciones y la aventura osetia pueden convertirse en un lastre muy grande para un presidente al que Occidente, aun crítico con Rusia, ha dejado de dar carta blanca.