Sobre el procés d'ensenyament ètico-moral de la persona

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El professor Andreu Ibarz, que exerceix la docència a la Facultat de Ciències de l’Educació de la Universitat Ramon Llull (per tant, en una universitat catòlica) després de demanar-se ahir, en un article a La Vanguardia, si l’escola ha d’educar la dimensió ètico-moral de la persona, responia: “Evidentemente, para que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea verdaderamente educativo debe incidir en todos los aspectos de la vida y del ser. Y eso se consigue -en lo moral- a través de la enseñanza de contenidos específicos y, especialmente, a través del desarrollo de la capacidad de juicio moral (¡que por cierto es lo que fundamentalmente falla!). Esta tarea no es exclusiva de la escuela pero le debería resultar inexcusable.”

Aquesta desposta em sembla d’una extraordinària importància un cop els bisbes –i també el de Menorca- han qüestionat aquesta opinió. Recordareu que el passat dilluns, en un article on criticava l’opinió dels prelats i, més concretament, la referència que feien a l’article 27 de la Constitució com a argument bàsic en defensa de la seva tesi. Doncs bé, també es refereix a aquest argument el professor Ibarz. No em resisteixo a transcriure aquí els seus arguments perquè penso que, per poca bona voluntat que hi posin els bisbes, aquests els haurien de convèncer. Diu Ibarz:

“Ciertamente, los padres son los primeros responsables de la educación de los hijos y no necesariamente se va a incumplir el artículo 27.3. de la Constitución pese a la obligatoriedad de la materia. En consecuencia, las escuelas católicas harán muy bien en desarrollar esta asignatura, puesto que los padres han optado por unas titularidades que tienen claro en dónde inspiran sus principios antropológicos y educativos, y por tanto, desarrollarán la materia en un clima de libertad y acorde con estos principios. Las escuelas católicas harán muy bien en ofrecer esta materia, porque el profesorado con su testimonio y saber pedagógico ampliará, sistematizará e interaccionará aquello que con frecuencia ya ha venido trabajando. ¿O piensa alguien que las relaciones interpersonales, la igualdad, los derechos humanos o el civismo no han sido objeto de tratamiento escolar hasta ahora? El colectivo MESEGUER de las escuelas de la Iglesia será muy consecuente al enseñar esta materia porque también sabe que el último concilio ecuménico apeló al diálogo entre la fe y la cultura como paradigma básico de relación con la sociedad. Esto es, si el concilio Vaticano II insistió tanto en este diálogo fue por el redescubrimiento del misterio de la Encarnación como proceso de humanización y de inculturación. Un Dios hecho hombre en unas coordenadas histórico-culturales específicas que si bien fueron fecundadas por la vida y el mensaje del fundador del cristianismo, no fueron ni objetadas ni menospreciadas.”


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