Els partits polítics i la societat civil

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Sovint m’he referit en els meus articles al paper de la societat civil i a la marginació que aquesta ha sofert a mans dels polítics que, tancats en els seus ghettos, solen actuar prescindint d’aquesta societat quan no hi actuen en contra.

Un amic que es dedica professionalment a la política, en una conversa privada que tingué amb mi es queixava l’altre dia del poc interès que els ciutadans mostren per la política: “No es volen comprometre”, em dia. I jo, una mica mordaç, vaig contestar-li: “Vosaltres tampoc no els cerqueu” . I no els cerquen perquè qualsevol intromissió d’un estrany –i no en parlem si l’estrany és una persona de prestigi- desfà l’equilibri sempre inestable dels partits, la qual cosa provoca ordinàriament decepcions per part d’aquells que esperaven el benefici que, amb l’entrada del nou element, potser ja no podran gaudir.

Bé, deixo aquí el comentari, permeteu-me però que el completi amb un text del blog d’Enrique Gómez, La tercera ola, que m’ha semblat força interessant:

“¿Qué clase de fenómeno opera cuando personas con una gran formación y buen criterio personal se arrodillan ante sus líderes y se convierten en simples soldados?. A la mayoría de los ciudadanos, los que estamos fuera de los partidos políticos y su jerarquías piramidales, nos resulta sumamente difícil comprender qué les ocurre a los militantes de las formaciones políticas.

La semana pasada me dediqué en mis ratos libres a preguntar insistentemente a algunos amigos socialistas cuál era su opinión sobre el reglamento inconstitucional y liberticida que el gobierno de su partido impulsó unos meses atrás. La respuesta ha sido tibia: bueno, no me parece bien, pero es un aspecto secundario en la política de mi partido dicen la mayoría de afiliados con los que debatí. Sin embargo, cuando el PP propuso la LSSI no dudaron en tildarlo, con razón, de grupo liberticida y represor. Por eso digo que a los ciudadanos de a pié que estamos fuera de estas jerarquías nos sorprenden la relatividad, la subjetividad y el doble rasero con el que los militantes tratan los temas políticos.

Debido a la estructura piramidal, la disciplina de partido y la mentalidad de clan o de familia que tienen los afiliados, hace mucho tiempo que dejé de confiar en ellos. Por eso tan sólo me fío de la política real, la que promueve la sociedad civil, y únicamente admiro a las personas que ejercen su labor política (todos somos políticos en el fondo) desde su individualidad o desde asociaciones. Y es que hay una gran diferencia entre ser un socio y ser un militante: mientras un socio es una persona soberana de sus decisiones y sin disciplina de grupo, un militante acaba siendo como un recluta dentro una estructura de mandos. Unas veces el soldado alcanza el grado de general y otras se conforma con llegar a cabo furriel, pero casi siempre se somete a la doctrina del grupo y a las consignas que envían desde sus cuarteles, también llamados sedes.

En otras ocasiones la sociedad civil ha tenido que pararle los pies a los diferentes gobiernos por abusos de poder y, en este caso nos toca nuevamente recordar a los que mandan ahora y a los que les siguen ciegamente que hay determinados límites que no pueden traspasar.”