Sota un títol que no admet cap dubte –“Cataluña ante el error de Garzón”- el diari català editorialitza i, entre altres coses, diu:
Catalunya fue pionera en la reconciliación. En 1946-47, Montserrat ya fue escenario de un primer reencuentro entre católicos que habían pertenecido a los dos bandos. La inteligente política de unidad de las fuerzas antifranquistas, plasmada en 1974 en la Assemblea de Catalunya, hizo resonar la exigencia de amnistía como en ningún otro lugar. También sobre este asunto, desde Catalunya se debería tomar la palabra para fijar el rumbo. El Govern de la Generalitat, las fuerzas políticas, los sindicatos y la Iglesia catalana tienen, de nuevo, la posibilidad de dar ejemplo. Sobre cuatro bases: renuncia a la competición partidista por los símbolos del pasado, estímulo a la libre investigación histórica, renovada sensibilidad por las víctimas del franquismo, y reconocimiento de las víctimas de la represión en el bando republicano, ya que el manto moral de la democracia no puede excluirlas por más tiempo. Sin ellas, no habrá comunidad de la memoria.
En efecte, el futur no es pot construir amb decisions com la del jutge de l’Audiència Nacional sinó sobre les bases que fixa l’editorial de La Vanguardia: “renuncia a la competición partidista por los símbolos del pasado, estímulo a la libre investigación histórica, renovada sensibilidad por las víctimas del franquismo, y reconocimiento de las víctimas de la represión en el bando republicano”.
L’any 1936, els republicans tenien la legitimitat democràtica i els franquistes provocaren un cop d’estat després d’uns anys de molt difícil convivència. Mai no oblidarem aquest aspecte essencial de la legitimitat, però els crims són igualment condemnables, vinguin d’on vinguin. I els que van cometre els republicans també han de formar part de la reconciliació, com hi ha de formar part la lliure investigació històrica. I l’amnistia concedida durant la transició era necessària. No voler-ho veure és obcecar-se a no mirar la realitat.