Diumenge passat, el diari La Vanguardia duia unes declaracions del cardenal arquebisbe de Barcelona, Mr. Martínez Sistach, a les quals reconeixia clarament i sense embuts que “La deriva de la Cope dificulta y perjudica la labor de la Iglesia”.
En aquest mateix sentit, la revista catòlica Vida Nueva, deia: “Sobreviene una tristeza infinita, porque pudiendo constituir la Cope uno de los mejores medios de evangelización de la Iglesia española, resulta que se ha convertido en causa de división, de polémica y de agresión a tantos sectores católico y sencillamente sociopolíticos, cuando más urgidos estamos de instrumentos de moderación y de reconciliación históricos”.
I, anant a un altre matèria que també ha estat tabú per a l’Església –la laïcitat-, un principi filosòfic que jo he assumit i defensat reiteradament des d’aquestes pàgines per a la societat espanyola, el cardenal de Barcelona feia –desmarcant-se també del que han afirmat sovint els seus companys (els més influents) de la conferència episcopal- aquesta afirmació: “Considero (…) que la laicidad del sistema constitucional español es una laicidad positiva y abierta.”.
Sembla, doncs, que alguna cosa es mou. De tota manera ens hem de demanar per què l’Església sempre està a la defensiva i reclama privilegis perduts (sobretot en matèria d’educació i del finançament), i al·lega que quan el govern aposta per la laïcitat, això implica que cau el relativisme filosòfic, la qual cosa comporta –segons ella- una acció contrària a la llibertat de pensament.
Ahir mateix, també en el diari La Vanguardia, el sociòleg Julián Santamaría, director de l’institut NOXA Consulting feia unes declaracions, responent a preguntes de Pedro Vallín, que són, crec, molt il·lustratives i clarificadores de per què l’Església adopta aquesta posició. Us les deixo aquí perquè sigueu vosaltres els que jutgeu:
Otro de los frentes abiertos es el religioso, no tanto en la sociedad como en el estamento político, mucho más tras la toma de partido de la curia en la crisis interna del PP.
La iglesia ha venido perdiendo atractivo, autoridad e influencia durante muchos años. Los seminarios están vacíos. Apenas un 20% de la población dice acudir el domingo a misa y alrededor del 70% de los españoles declara que no sigue en su vida privada las instrucciones de la iglesia. Ahora sí puede decirse que “España ha dejado de ser católica”. Y, en consecuencia, la religión ha dejado de ser un factor de división social y política. El problema es que la Iglesia ni se resigna a esa pérdida de influencia ni hace nada para ponerse al día y recuperar la que pueda. Va muy por detrás de la sociedad española, y no entiende o no quiere entender por qué. Lo que pretende es que sea el Estado quien le devuelva su capacidad de influencia sobre la sociedad y se lo exige con argumentos tan erráticos como contradictorios. Por ejemplo, exigiendo que la asignatura de religión sea tan obligatoria e importante como las matemáticas y rechazando la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Rechazan ésta por entenderla como una ingerencia en la formación moral de los chicos a la vez que defienden aquélla como si no afectara a esa misma formación.Y va a resultar, después de todo, que éste no es un país católico.
Es difícil decir que lo sea cuando la inmensa mayoría de la población ni sigue en su vida privada las orientaciones de la Iglesia ni frecuenta las iglesias. En los últimos años, aumenta significativamente el número de niños que no se bautizan, los matrimonios civiles, las parejas de hecho y los divorcios, por poner sólo algunos ejemplos. Eso no quita la huella que tantos siglos de cultura cristiana ha marcado a la sociedad española. Lo que subrayo es la pérdida de influencia de la Iglesia debida a su pereza y a su incapacidad para adaptarse al cambio. Es, como si de verdad se creyera que constituye una institución eterna portadora de una verdad eterna que no tiene por qué esforzarse por entender qué es lo que está pasando a su alrededor.